miércoles, 20 de enero de 2010

La importancia del carisma en la lucha contra la criminalidad



CARLOS PONCE
Máster en Crimonología y Ciencias Policíacas
MARTES, 19 DE ENERO DE 2010

Un breve análisis sobre las grandes y exitosas luchas contra la delincuencia revela un común denominador: el liderazgo público del esfuerzo por parte de figuras emblemáticas, cuyo desempeño los convirtió en sinónimos de seguridad. Eliot Ness contra el infame mafioso Al Capone y la prohibición en Chicago; Rudolph Giuliani contra la criminalidad y la Cosa Nostra en New York, y William Bratton contra la tradicional delincuencia en Los Ángeles, son ejemplos que ilustran fehacientemente lo antes argumentado. Dichos funcionarios diseñaron e implementaron innovadoras estrategias durante sus gestiones correspondientes, orientadas a la erradicación o control de situaciones delincuenciales nocivas para la seguridad ciudadana.

Dicho análisis también revela que estos líderes públicos, además de formular y ejecutar efectivos y adecuados planes operativos, poseían el suficiente carisma para lograr vender sus iniciativas ante la población y sus subalternos, asegurando así su máxima colaboración y, paralelamente, despertando en ellos el espíritu necesario para comprometerse totalmente a la ancestral lucha entre el bien y el mal. Esta combinación evidentemente es elemental para conducir y desarrollar estrategias anti-delincuenciales, orientadas a eliminar problemas criminales y que éstas tengan el efecto deseado. Ninguna de las actuales autoridades de seguridad pública en El Salvador posee el carisma que les permita ganar el acompañamiento del pueblo y el personal bajo su mando en el combate frontal de la criminalidad.

Lejos de ser carismáticos, dichos funcionarios, a través de sus declaraciones, actitudes y la forma de conducir sus respectivas instituciones, han propiciado que los policías y el pueblo salvadoreño en general, no crean en las soluciones que plantean para atacar la delincuencia o, por lo menos, no las acompañan. Por ejemplo, el enfoque generalizado de los responsables de combatir la delincuencia se ha concentrado en la prevención. La ciudadanía clama seguridad, pide a gritos que el Estado capture y saque de circulación a sus victimarios. Lógicamente, al escuchar que los esfuerzos de las autoridades se basan principalmente en evitar que nuevas personas se dediquen a la comisión de delitos, ha motivado a la población a adoptar cierta aversión a cualquier planteamiento, ya que éstos no constituyen una solución al problema inmediato que la aqueja.

Este razonamiento se ilustra perfectamente a través del sector transporte, que ha sido victimizado exponencialmente en los últimos meses. Altos jefes policiales argumentan que el incremento en la violencia se debe a deficiencias en la organización de dicha industria, los antecedentes de sus empleados, la competencia entre las empresas que lo conforman, en fin, hablan de presuntas causas pero no proponen soluciones concretas. Aunado a esto, otros funcionarios de seguridad siguen hablando de prevención desmedidamente, incrementando así la sensación que no se está haciendo nada por las necesidades inmediatas del pueblo. A esto se le suman declaraciones, como la del máximo jefe de policía a finales del año pasado, en la que externó que no mira soluciones a corto plazo para la criminalidad, que preocupan y desalientan más a los salvadoreños. Adicionalmente, el evidente predominio de lo ideológico sobre lo técnico en las instituciones de seguridad, cuya materialización y consecuencias se han discutido en artículos anteriores, condiciona aún más el potencial apoyo de la población.

Paralelamente, el personal policial sostiene que ha sido desmoralizado por otro tipo de afirmaciones inadecuadas hechas por titulares de seguridad. Recientemente, el director de la Academia Nacional de Seguridad Pública señaló que lo que los salvadoreños necesitan son "policías cerebrales, inteligentes", sugiriendo entonces que hasta el momento no existen policías que actúen racionalmente utilizando su materia gris. Este comentario, hecho sobre policías por alguien que no es policía, está completamente desligado de la idiosincrasia policial, resulta ofensivo para los policías y, por lo tanto, propicia escepticismo entre el personal policial y lo desmotiva a acompañar cualquier iniciativa oficial.

Debido a la crisis delincuencial en la que está sumergido, El Salvador necesita funcionarios de seguridad carismáticos, capaces de despertar la simpatía, confianza y acompañamiento de la ciudadanía y los profesionales del sistema de justicia penal de las diferentes instituciones en sus iniciativas contra la criminalidad. Consecuentemente, es imperante buscar nuevos rostros, personas profesionales de destacada trayectoria, para que tomen las riendas del aparato de seguridad salvadoreño..